Eugenia Tenenbaum es una expresión de la historia del arte.
Tanto piensa y repiensa el arte, que ella misma lo rezuma.
No va solo de que sea historiadora del arte.
Es su pelo flúor, ¡chassss!
Sus labios rojos, ¡pooom!
Es el contraste de su piel blanca con un feroz eyeliner negro, ¡crac!
Es una investigadora de la que emana una visión de la historia del arte muy distinta a lo que siempre hemos tenido que oír.
Es esa forma de mirar la ropa tendida y encontrar significados humanos en vez de berrear: “¡Ay, qué guarra es la gente que tiende en el balcón!”.
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Hace unas tardes, en este Madrid en el que ya nunca hace frío, vi a Eugenia Tenembaum sentada en un banco de la calle. Era inconfundible. Por eso me paré y le dije que habíamos quedado cinco minutos después en el estudio de Javi Álvarez para grabar la entrevista de este capítulo de ‘La Viajante Condición Humana’.
Caminamos juntas.
Charlamos.
Y como una periodista tiene el oficio de fijarse hasta en los andares, desde ese primer momento, ya vi que desprendía arte hasta en el último de sus gestos.
Eugenia es exquisita en el trato.
Es elegante al moverse.
Y tiene ese halo de diosa, que se viste y se maquilla por el arte, huyendo de los vulgares ceñidos de culo y de la ropa de calendario cañí.
Salud y cabello flúor,
Mar
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