El lugar llamado «concentración»
Hay un lugar donde me encanta pasar el tiempo: en la concentración.
La concentración es un lugar. Es un espacio amplio, ¡enorme, diría!, donde no tienes las apreturas de otras personas reclamándote, ni distrayéndote, ni sacándote a tirones del lugar mental donde quieres estar.
Esa concentración es un teletransporte (¡el invento más deseado ever!).
Porque te lleva a otras vivencias, otras emociones, otros marcos mentales.
Esa es la puerta que me lleva a cada historia de Crímenes. El musical. Así es como me adentro en la hemeroteca, y con cada noticia que leo, una tras otra, va emergiendo aquel presente, con todos sus detalles y toda su viveza.
Eso me ocurre con todos los episodios, pero, por lo que sea (y así aprovecho para usar esta muletilla tan de moda, que oímos hasta en la sopa), algunos se te quedan pegados al cuerpo más que otros.
El episodio de esta semana, El crimen de Madrid Moderno, me impactó muchísimo.
Es una historia que bien podría haber sido una peli de Hitchcock, porque es un suceso terrorífico, tétrico, que, además, suena en blanco y negro.
Es también una historia muy cinematográfica y de ahí, esa música de cine antiguo que la acompaña.
Es, además, una historia desoladora, en la que, quizá, lo más trágico no sea la muerte, sino el vino desmedido, los cigarrillos a punta pala y las peleas de dos hermanas.
La intención de reconstruir este crimen es reconstruir la dolorosa vida de las personas atrapadas por un vicio y reflejar también cómo muchos proyectos de futuro se van al carajo.
A principios del siglo XX, en Madrid, planeaban construir un barrio de hotelitos (casas guapas que imitaban a las francesas) en un barrio al que llamaron Madrid Moderno. De aquel sueño quedan hoy algunas casas. Pero nunca llegó a ser el barrio de relumbrón que planearon.
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A las actrices que interpretan a las dos hermanas, doña Rosario y doña Rafaela, ya te las presentamos hace unas semanas. Son Maiken Beitia y Olga Aguirre. ¡Y madre de mi alma, cómo encarnan a aquellas dos señoras! Las hacen tan visibles, tan cercanas, que parece que nos metemos en su casa y hasta en medio de sus trifulcas.
La mujer que empieza a oler el pastel de esta tragedia es la sirvienta Santiaga, a quien da vida Nikki García. Pero de ella te hablaremos la próxima semana, largo y tendido, porque es la protagonista del capítulo final de temporada.
Y claro, no podemos decir que no haya un puntito de humor. Pero es que el cuerpo nos da para muchas emociones a la vez. No porque se nos escape una risilla, vamos a dejar de sentir el lado trágico de esta historia.
Salud y Madrid Moderno,
Mar
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